He aquí algunos de los monólogos (stand-up comedy pero en contexto puramente cubano), tal y como aparecen en los guiones, y en boca de personajes, tanto los anfitriones como los invitados.
Sobre Japón.
Pedir disculpas es un arte, señores. Si recuerdan la serie Oshín, se acordarán de aquella muchacha que le decían horrores y bajaba la cabecita y decía: “Le ofrezco mis disculpas. Me esforzaré en lo adelante para hacerlo mejor…” Vaya, no es que tú vayas a aguantar que en los carnavales venga alguien, te suene un bofetón y tú le digas: “Le ofrezco mis disculpas, me esforzaré en lo adelante por tener la cara más flojita para que usted no se lastime el puño…”, pero tampoco deberíamos perder la capacidad de pedir disculpas. Ayer mismo yo entré a un restaurante de moneda nacional - que como son de moneda nacional tú dices: “Ay, qué bien, moneda nacional…”, pero que al salir te das cuenta de que te salió más caro que si hubieses pagado con euros en el restaurante más fino de Francia… - Bueno, pues yo pido un pollo frito, y parece que lo fueron a freír al Pico Turquino con un reverbero, porque pasó una hora y media y nada, el pollo que no venía… Le reclamé a la camarera, con mucha humildad, como debe ser cuando pagas en moneda nacional, y esperé que ella me contestara como Oshín, algo como: “El gas está bajito, le ofrezco mis disculpas, en el futuro nos esforzaremos más…”, pero me dijo: “Oye, relájate tu niño, que no estás en El Polinesio…”, al final le pedí yo las disculpas por interrumpir la conversación que tenía con el barman, sobre si Shakira estaba más gorda que Beyoncé… (PAUSA) En fin, que lo mismo ahorita voy a tener que pedirle disculpas a la avispa esa que anda por ahí. (PAUSA) Mejor me escondo en el pantry, con la Mecha, y evito problemas. Buenas noches. (APLAUSOS)
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Sobre la locura.
I.
La locura ha sido siempre parte inseparable de la humanidad desde sus inicios, casi tanto como el sexo, aunque no tan popular. Yo sé lo que les digo porque soy doctor en psiquiatría y a menudo tengo contacto con esas cosas. Hace poco traté a una señora que padecía de esquizofrenia, ya saben, ella veía personas que no existían y hablaba con ellas, incluso hasta me presentó algunas durante el tratamiento. Había una bajita, trigueña, muy simpática que me cayó de lo más bien… Bueno, la señora veía y hablaba con personas inexistentes, y le recomendé que dejara su trabajo en el censo de población y vivienda, dado que su padecimiento podía alterar los resultados de la encuesta. Ahora trabaja en el departamento de Información de la Terminal de Trenes, y todos los clientes están muy satisfechos, tanto los clientes reales como los imaginarios. (PAUSA) También tuve un paciente que era obsesivo compulsivo. Vino a mi consulta porque trabajaba de almacenero en una construcción, y llevaba obsesivamente la cuenta de cada ladrillo, cada saco de cemento, cada cabilla, cada taza de inodoro… Parece que sufrió un atentado. (PAUSA) Pero mi caso más interesante, sin duda, fue el de un músico, que tenía personalidades múltiples. Muchas personalidades distintas, y aunque vivía solo, a veces en su casa se armaban unas riñas tumultuarias tremendas, y los vecinos llamaban a la policía para que se lo llevara, y tenían que llevárselo en varios camiones… Por suerte se tranquilizó, y ahora toca en una orquesta sinfónica, La orquesta completa es él solo, por supuesto. (PAUSA) Y eso fue todo por esta noche, amigos. Les deseo mucha felicidad, y sobre todo, les deseo que esa persona querida que tienen al lado… sea real. (APLAUSOS)
II.
La verdad es que resulta un poco incómodo bromear con este tipo de cosas, porque nadie debe burlarse de la desgracia humana… Pero la verdad señores, hay muchos tipos de locura, como las locuras de Silvio Rodríguez – no quiero decir que Silvio esté loco, sino que tiene una canción que se llama “Locuras” – y a veces tenemos la locura cerquita y ni nos damos cuenta. ¿Ustedes han visto un juego de pelota de Santiago, en el Guillermón? ¿No se han fijado en unos arrebatados ahí, que desde que empieza el juego hasta que se termina, están con unos tambores y unas latas, tocando una conga, y dale que te dale kin kin kiri ki ki kin… y no se cansan, y Mayeta que no se puede concentrar y ellos ahí kin kin kirin ki ki kin, y Ormari, el pitcher de ellos mismos, tampoco se puede concentrar, pero no importa, ellos siguen, con los ojos botados pa’fuera kin kin kirin ki ki kin… Lo mismo cuando el juego está caliente que cuando están descansando kin kin kirin ki ki kin… Yo me imagino que si “Micaela se fue pa’ otras tierras buscando caminos”, fue porque a lo mejor era mujer de un conguero de esos del estadio… ¡Seguro que vino para la Habana y se hizo industrialista porque la pobre ya no podía más con el kin kin kirin ki ki kin…! (PAUSA) En fin señores, que la locura no es sólo un asunto de los psiquiatras, sino que lo diga el propio Silvio Rodríguez, que no toca conga, pero que hace años daba un millón de pesos por un unicornio azul… Ustedes pásenla bien y disfruten ese mojito sin perder la cabeza. Buenas noches. (APLAUSOS
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Sobre la violencia
La verdad es que las peleas nunca han traído nada bueno, especialmente las peleas entre vecinos. Es cierto que a veces tenemos un vecino que no nos deja dormir, porque tiene tres perros que se pasan la noche ladrando, como poseídos por el demonio, y le ladran a cualquier cosa menos a los ladrones, o quizás ese otro vecino que organiza de madrugada campeonatos de dominó con música de los Van Van, o el muchacho que arranca su moto Karpati a las cinco de la mañana, debajo de la ventana de tu cuarto, convencido además de que está arrancando una moto de verdad… Pero señores, nada de eso merece que perdamos la calma y cometamos un crimen deleznable como echarle a los perros un bistec con vidrio molido – bueno, unas croquetas con vidrio molido – o llamar a la patrulla para que decida el campeonato de dominó, o tirarle una maceta por el casco de doscientos pesos moneda nacional al indolente de la Karpati… No hay nada como la convivencia pacífica, que las broncas entre vecinos no consolidan la unidad del barrio. Converse con ellos, lléveles un flan, aguante a los zangaletones que juegan bolas y dicen palabrotas delante de su casa, y comprenda a la vieja de al lado que canta a cualquier hora, a voz en cuello, canciones religiosas, sin saber que el Papa ya la excomulgó por desafinada. Cualquier cosa es mejor que la guerra. Y si no resulta, pues múdese para un lugar más tranquilo, como la luna, por ejemplo…
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Sobre la matanceridad.
Les confieso que, si accedí a actuar en este club, fue porque me dijeron que aquí no se decían groserías. Yo detesto los chistes vulgares, y los detesto más que al reguetón, a los perritos en salsa y a Víctor Mesa. Es que yo vengo de Matanzas, ustedes saben que a mi ciudad la llaman “la Atenas de Cuba”, porque Matanzas es también una provincia de larga tradición cultural, desde José Jacinto Milanés en el siglo XIX, pasando por Carlida Oliver en el XX, el XXI y posiblemente parte del XXII, hasta Javier Sotomayor, que no será intelectual, pero sí ha llegado más alto que cualquier otro matancero. Es cierto que en la pelota nos hemos quedado atrás, si ayer en el estadio Victoria de Girón, a nuestro equipo le dio nocáo una selección de niños menores de once años, pero en el terreno de la cultura no hay quien nos gane… No en balde nos dicen “la Atenas de Cuba”, lo cual ha traído celos de otras ciudades que también quieren ser llamadas de manera similar. Por ejemplo, unos intelectuales holguineros quieren llamar a Holguín “la Milán de Cuba”, por su tradición lírica, otros de Camagüey quieren que a su ciudad se le diga “la Zürich de Cuba”, por la cultura del queso blanco, y los de Santiago quieren que se les llame “el Brazzaville de Cuba”, pues Brazzaville es la capital del Congo, y para los santiagueros la conga es sagrada… A mi entender esto es injusto con nuestras ciudades, y yo preferiría nombrar, por ejemplo, a Zürich, “el Camagüey de Suiza”, a París, “el Sancti Spíritus de Francia”, y a Siberia, “el Bainoa de Rusia”… De cualquier manera, ha sido un gusto trabajar en este club, que para mí es el Molino Rojo de los clubes decentes, el Escriba y Lea de los espectáculos humorísticos, y los Robertos, la dinastía Tudor del Centro Promotor del Humor… Buenas noches. (APLAUSOS)
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Sobre la muerte.
La mayoría de las personas ven la muerte como algo triste, fatal, y hasta grosero. Yo, que fui sepulturero por más de veinte años, les aseguro que eso es sólo una mala imagen de la muerte que venden los medios masivos de comunicación. ¿A quién le van a quedar ganas de morirse después de ver Martes 13 o El resplandor? ¿O después de ver morir al papá de Lorencito?... Lo cierto es que la muerte es necesaria, tan necesaria para la cultura nacional como la muerte de papá Montero… ¿se imaginan a Centro Habana dentro de un siglo, si nadie se muriera? ¿Y Alamar, eh?... La muerte es bella, poética… Romeo y Julieta, por ejemplo, si no llegan a morirse al final, no sólo nos hubiesen privado de un momento trascendental, sino que se hubieran fugado de Verona, se habrían casado y a los cinco años Julieta se hubiera puesto gorda, Romeo calvo, tendrían cinco muchachos malcriados creciendo con los cuatro abuelos fajados entre sí, y díganme si eso no es peor que la muerte… Y no me negarán que en esta ciudad no hay un lugar más tranquilo que el cementerio de Colón. Ahí nunca hay chimes, ni alteración del orden, nunca verás allí una pipa de cerveza con borrachos hablando alto, y las calles siempre están limpiecitas porque sus habitantes nunca tiran basura para la calle. El cementerio de Colón es Patrimonio de la Humanidad y destino turístico, igual que La Habana Vieja, con la ventaja de que los turistas que visitan el cementerio no tienen a ningún muerto detrás ofreciéndole cohíbas falsos, alquileres de cuartos o la compañía de alguna muerta simpática… (PAUSA) En serio, yo les sugiero a ustedes que, si tienen un día libre, vayan a pasarlo al cementerio. Visiten ese lugar tan bonito, Patrimonio de la Humanidad declarado por la UNESCO. Pero si no quieren, no importa, ya terminarán haciéndome caso más tarde o más temprano… (APLAUSOS)
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Sobre el humor para extranjeros.
Esto de tener extranjeros entre el público es una situación un tanto complicada. Sí, porque hay temas que son muy locales, y ningún extranjero los puede entender. Por ejemplo, ¿cómo tú le explicas a un extranjero qué cosa es un “día corto”? ¿Cómo haces un chiste de que no hay agua en la pila porque es día corto, eh? Uno de afuera puede entender eso como una alusión a la teoría de la relatividad de Einstein, días cortos, días largos según la velocidad de la luz… A propósito, si le dices “se fue la luz”, va a pensar en una imagen poética de la puesta de sol, no en un tronco de apagón. Por lo mismo “Vino la luz” sería algo así como “Vino Tinto” o “Vino de Rioja”… ¿Y cómo tú haces un chiste sobre algo llamado “pollo de dieta”?... Un extranjero puede pensar que “pollo de dieta” es un tipo de pollo alterado genéticamente para que el consumidor baje de peso… ¿Y qué sería para un extranjero “pescado de población”? ¿Acaso una población de sardinas, una mancha de peces?... ¿y que me dicen de “arroz adicional”? ¿La guarnición extra para un bisté?... Para un extranjero, un camello es un cuadrúpedo que va por el desierto, y si le dices que dentro de un camello cabe un número infinito de personas, no te lo va a creer, porque los camellos que él conoce son vegetarianos.
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